La comunicación en las organizaciones y sus agujeros negros. Según vamos avanzando en diferentes procesos de coaching vamos teniendo nuevamente la vieja sensación de que en algún punto de las organizaciones existe un agujero negro que se traga sin piedad la comunicación interna generando, en ocasiones, un estado de ánimo que juega en contra de la propia organización.
En muchas ocasiones hablas con las cabezas de estas organizaciones y te cuentan con fuerte entusiasmo en qué están, qué retos tienen hoy en día y hacia dónde quieren ir. Generalmente cuando haces preguntas relacionadas con el desarrollo del negocio, estas personas hablan con cierta luz visualizando el futuro que quieren construir y contándote cómo ellos creen que debe trabajar la organización para lograr ese futuro. No solo saben por qué toman ciertas decisiones, también tienen claro el para qué.
En esas conversaciones plantean cambios e introducen novedades a modo de herramientas que les ayuden a conseguir los objetivos que se han trazado. Ven los posibles obstáculos como retos que deben salvar y saben que para eso han de tener energía y cabeza. Han de generar su propia energía y han de pensar estratégicamente.
Cuando tenemos las mismas conversaciones con los equipos, el escenario cambia. En muchas ocasiones estos equipos saben en qué están, tienen claro cuáles son los retos de su área, pero no tienen tan claro cuáles son los de la organización y suelen estar bastante perdidos en cuanto a la dirección en la que avanza -o quiere avanzar- la organización.
Esos mismos cambios que en las conversaciones con las cabezas se veían como generadores de oportunidades, como herramientas para afrontar los retos, en las conversaciones con los equipos se ven como malas decisiones o amenazas. Esa energía que se percibía en las conversaciones anteriores como constructiva y entusiasmada, muchas veces se torna en frustración y desazón cuando hablamos con los equipos.
Decía Séneca que ningún viento es favorable para quién no sabe donde va. Si parte de los equipos no tiene claro el porqué y el paraqué de las decisiones y acciones que como organización se toman; si no les llegan los mensajes y la comunicación, se van convirtiendo poco a poco en fábricas de negatividad y de frustración pudiendo comenzar a jugar en contra.
La comunicación en estos casos no es mandar un email a toda la empresa o delegar en los directores de las diferentes áreas la tarea de “bajar” los mensajes. La comunicación no es poner un altavoz que envíe mensajes unilaterales sin posibilidad de crear conversaciones.
La comunicación con los equipos ha de ser recurrente y basada en las conversaciones. La comunicación ha de ser entendida como parte del mundo relacional que como seres humanos construimos, ha de ser entendida como una danza conversacional en la que se habla y se escucha.
Es clave conversar y definir qué es lo que nos importa cuidar como organización, qué estándares son los que enmarcan nuestras acciones, qué roles tenemos cada uno en el engranaje cada vez más difuminado de algunas organizaciones, qué compromisos vamos a ser capaces de adoptar, cuáles van a ser nuestras próximas acciones, qué futuro queremos construir, por qué y para qué hacemos lo que hacemos.
Conversar con los equipos no es “sólo trasladarles un mensaje”, es generar un estado de ánimo común, es trasladar parte de nuestra energía que como líderes generamos y hacer que el resto genere la suya propia, es escuchar y entender el mundo emocional que se genera con lo que está pasando en la organización, el mercado, el país, etc. Es mostrarse como líder, como persona y como ser humano.
La comunicación en las organizaciones no puede quedar en mensajes, directrices y comunicados. La comunicación en las organizaciones ha de ser una comunicación humana, donde tienen un peso importante el mundo emocional, corporal, relacional, etc.
¿Cuántas veces has involucrado realmente a alguien en un proyecto más con una mirada que con un “sermón” corporativo?
¿Cuántas veces has “bajado” la comunicación a tus equipos de una manera mecánica y sin alma?
¿Cuántas veces has puesto orden y alineado equipos en una reunión improvisada sentados encima de una mesa en lugar de machacar al equipo con un power point?
¿Cuántas veces has participado en una sesión de lecciones aprendidas y has percibido la fuerte energía constructiva que se puede generar si el equipo habla con libertad y sin miedo?
Hay veces en las que los agujeros negros somos nosotros mismos impidiendo que lo humano aparezca en la organización, bloqueando así cualquier oportunidad de constituirnos realmente como un equipo comprometido, un equipo eficaz.
¿Qué agujeros negros tienes identificados en tu organización?
¡Vive Causa!